En el siglo XXI, la educación seguirá transformando vidas y generando cambios. La tecnología no reemplazará la labor educativa como tal; simplemente, la hará más eficaz.
La importancia de la educación será todavía más significativa en regiones y países marcados por la desigualdad, la pobreza, la ausencia de derechos fundamentales, la falta de justicia y la exclusión social, entre otros factores.
Es más, ya lo estamos viendo: en los campos de refugiados y centros de acogida ubicados en sitios donde se han registrado crisis humanitarias, la educación de niños, adolescentes y jóvenes se ha convertido en el mejor recurso para superar esta situación y dotar a los afectados de nuevas alternativas de supervivencia.